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Agentes de San Diego facilitaron entrada de droga con sistema de emojis

Dos agentes estadounidenses de CBP se declararon culpables de permitir el ingreso de drogas por la frontera de San Diego

San Diego, California.— Mientras el gobierno de Estados Unidos y figuras como Donald Trump insisten en culpar a México por la epidemia de drogas que azota a su país, esta semana quedó al descubierto una realidad que contradice frontalmente ese discurso: dos agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) se declararon culpables de colaborar con una red de narcotráfico para permitir el ingreso de toneladas de drogas ilegales al territorio estadounidense.

Los oficiales Jesse Clark Garcia, de 37 años, y Diego Bonillo, de 30, no eran simples piezas menores del sistema. Ambos tenían la responsabilidad directa de inspeccionar vehículos en los cruces fronterizos de Tecate y Otay Mesa, puntos clave de entrada entre México y California. En lugar de cumplir con su deber, utilizaron un sistema de comunicación secreto basado en emojis para avisar a narcotraficantes qué carriles de revisión estaban bajo su control. Así, camiones repletos de fentanilo, cocaína, metanfetamina y heroína cruzaron sin revisión alguna.

Bonillo admitió haber dejado pasar al menos 75 kilogramos de fentanilo, una cifra escalofriante si se considera que con apenas dos miligramos de esta sustancia se puede provocar una sobredosis fatal. Sus actos no solo facilitaron el comercio ilícito, sino que representaron una amenaza directa para miles de vidas estadounidenses, muchas de las cuales se perdieron por sobredosis en los últimos años.

Este caso representa mucho más que un episodio de corrupción individual. Golpea el centro de un discurso repetido hasta el cansancio por Washington: que la violencia, la droga y la descomposición vienen del sur, que México no hace lo suficiente y que la única solución es más muros, más soldados y más presión diplomática.

Pero esta red operaba desde dentro. Desde los mismísimos agentes estadounidenses encargados de "proteger" a su nación. Mientras en campañas presidenciales se invierten millones en propaganda que estigmatiza a México y se criminaliza la migración bajo el pretexto de combatir al narcotráfico, lo cierto es que el veneno no solo se produce o cruza desde el exterior: también se permite, se negocia y se lucra desde el corazón mismo del sistema estadounidense.

Donald Trump, en sus discursos recientes y durante su administración, convirtió a México en el blanco preferido para explicar todos los males internos de Estados Unidos: desde el desempleo hasta la epidemia de opioides. Bajo su mandato se militarizó la frontera y se criminalizó al migrante, al tiempo que se multiplicaban los decomisos de drogas... sin que se mencionara jamás la corrupción dentro de agencias como CBP.

Ahora, el silencio es ensordecedor. Ni Trump ni ningún alto funcionario republicano ha emitido una postura ante un caso que, en cualquier otro contexto, habría sido utilizado para exigir represalias o medidas de "seguridad nacional". La diferencia: esta vez, los criminales llevaban placa estadounidense.

Según los fiscales, los agentes se enriquecieron con esta colaboración: financiaron viajes nacionales e internacionales, compraron artículos de lujo y buscaron adquirir bienes raíces en México. La ironía es brutal: mientras se acusa a México de "no contener al crimen", dos agentes del propio gobierno estadounidense usaban sus ganancias ilegales para invertir en el país que supuestamente representa una amenaza.

Las audiencias de sentencia se celebrarán el 26 de septiembre y el 7 de noviembre. Ambos enfrentan penas de hasta cadena perpetua, aunque la historia reciente sugiere que la justicia en estos casos tiende a ser más indulgente cuando los acusados visten uniforme estadounidense.