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La docencia, una profesión ingrata

México es un país que no confía y mucho menos valora a sus maestras y maestros, en razón de su contribución y esfuerzo

En mi largo camino por las aulas y vaya que ha sido largo, hubo maestros que marcaron y cambiaron mi historia. Recuerdo con especial cariño a los Doctores: Rodrigo Eleodoro Quijada Soto, Diego Valadés e Israel Covarrubias, quienes con rigor metodológico, me ayudaron a construir una visión cualitativamente distinta, soportada en evidencia empírica y en andamiaje teórico. Me enseñaron que la justicia más que aprenderse, se vive. De ellos aprendí que no se estudia derecho para pelear, se estudia para argumentar, solucionar y si se puede, tener algo de razón. ¡Mil gracias maestros, queridos! 

Sin dudarlo, puedo asegurar que todas y todos tenemos una historia similar, en donde maestras o maestros, figuran como referentes, en menor o mayor medida, en la confección de nuestra hoja de ruta o en nuestra carta de navegación. 

Desafortunadamente y sin importar lo valiosa que es su función, México es un país que no confía y mucho menos valora a sus maestras y maestros, en razón de su contribución y esfuerzo. No solo por la ausencia de un pago profesional, que da pie a simulación y claro, manipulación. 

Sino que, para muchos, a pesar de la vocación, desarrollan sus actividades en ambientes donde el ánimo de violencia verbal e incluso física es el pan de cada día. Se ha perdido la congruencia, la empatía y el respeto hacia las y los docentes, una situación que se ha agudizado por la transvaloración que solo auspicia superficialidad. Hoy, sin pensarlo y bajo el supuesto ejercicio de la libertad de expresión, se recurre a las redes sociales para desinformar, mentir, denostar, para herir y para descargar filias y fobias, simpatías o antipatías, sean o no válidas, contra maestras y maestros. No se piensa, ni por un momento, en todas las afectaciones que esto puede provocar en el terreno profesional y familiar. Pero, más allá, quienes emiten estos argumento formalmente injuriosos, no se dan cuenta que la infamia no solo afecta a quienes va dirigida, sino también a quien la profiere. 

Estas situaciones han invitado a muchísimas personas docentes a buscar otras opciones de trabajo, desafortunadamente, supongo, para esos muchos, al no encontrar alguna otra opción, se mantienen en la educación perjudicando el logro escolar.

Necesitamos más docentes que despierten conciencias, que fomenten el pensamiento y espíritu crítico. Pero, sobre todo, que aprovechen la rebeldía juvenil para formar la conciencia honrada que se subleve ante la tiranía, la injusticia y el abuso. Mi reconocimiento a mujeres y hombres que con ahínco y desmayo, luchan por una nueva vida y trabajan por una patria nueva.